Todas las publicaciones hablan de los radioaficionados.

Fueron numerosos los radioaficionados que mantuvieron la vigilia radial en Chile, Argentina y Uruguay tras conocerce la noticia de la desaparición del avión uruguayo en la cordillera de Los Andes en 1972.

Desde entonces mucho se ha escrito sobre la tragedia, pero concretamente sobre la importancia de la radio durante la búsqueda, hay un muy interesante trabajo del amigo Horacio Nigro Geolkiewsky CX3BZ en su publicación “La Galena del Sur”.

El artículo destaca a un joven radioaficionado de Montevideo, Rafael Ponce de León CX3BR, que se transformó en el encargado de las comunicaciones, al servicio de las familias de los pasajeros del C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya mientras duró el operativo de búsqueda. Muchos años después Rafael recordó sus vivencias con otro amigo apasionado de la radioaficiòn, Horacio Bollatti LU1MHC, que fue el primer radioaficionado en transmitir en HF/QRP desde el lugar donde se encontró el avión siniestrado en el valle de las Lágrimas, lugar al que ascendió por primera vez en 1997.

Dice el artìculo de Geolkiewsky que en el libro publicado en marzo de 2016 por Roberto Canessa y Pablo Vierci, “Tenía que sobrevivir”, versión en castellano de “I Had to Survive”, “Cómo un accidente aéreo en los Andes inspiró mi vocación para salvar vidas”, también hay una página en la que se relatan las comunicaciones radiales.

Lo que sí queda patente que los radioaficionados y la radio en general, tuvieron un rol vital y significativo en toda la trama de este episodio.

En el libro “Viven” de Piers Paul Read está patentemente reflejado el rol de los radioaficionados y particularmente el papel jugado por Rafael Ponce de León, CX3BR, quien vivía en ese entonces en Carrasco y que contaba un línea Collins empotrado en módulos de madera en la pared de su sala de radio.

El libro dice: “El medio a través del cual fueron difundidas las primeras noticias, y después rectificadas, era una radio en casa de los Ponce de León en Carrasco. Rafael Ponce de León era un radioaficionado y la radio un entretenimiento heredado de su padre, que instaló todo un equipo, incluido un poderoso transmisor Collins KWM2, en el sótano de su casa. Rafael era también un Old Christian y amigo de Marcelo Pérez. Él mismo, no se había unido a la excursión a Santiago porque no quería dejar sola a su mujer que estaba embarazada de siete meses. A petición de Marcelo, Rafael había usado la radio para reservar habitaciones en un hotel de Santiago para el equipo de rugby, llamando a un colega radioaficionado de Chile que lo había conectado con la red telefónica de Santiago. [Phone-patch] más rápida y más barata que el teléfono, esta práctica no era estrictamente legal, pero se toleraba.

Cuando el día 13 por la noche se enteró de que el avión se había perdido en los Andes, comenzó a manejar la radio. Comunicó directamente con el Hotel Crillon en Santiago y le dijeron que el equipo había llegado sin novedad al hotel. Cuando noticias posteriores le hicieron dudar de esto, llamó al hotel de nuevo y así se enteró de que sólo dos de los jugadores habían llegado, dos que habían tomado aviones de línea, uno de ellos era Gilberto Regules, porque había perdido el Fairchild, y el otro era Bobby Jaugust, porque su padre era el representante de la KLM en Montevideo”.

Ponce de León envió los primeros días una cinta magnetofónica a CX20 Radio Montecarlo, de Montevideo, confirmando con declaraciones en Chile, que el avión no se había encontrado. La radio de Ponce de León comunicó posiciones geográficas a Páez Vilaró (padre), donde un “adivino” había “visto” una posición que después fue descartada.

A él también corresponde haber iniciado toda una red que conformaron radioaficionados de Chile, especialmente del Radio Club de Talca. Con él se comunicaban las familias en Montevideo con los padres que habían ido al rescate en Chile.

Se levantaron en la mañana del domingo día 22 de octubre para hacer frente a su décimo día en la montaña. Los primeros que salieron del avión fueron Marcelo y Roy Harley. Roy había encontrado una radio de transistores entre dos asientos del avión y, con sus pequeños conocimientos de electrónica, que había adquirido mientras ayudaba a un amigo a montar un sistema de alta fidelidad, fue capaz de repararla. Era muy difícil recibir señales en aquella hendidura entre tan altas montañas, así que Roy construyó una antena con pedazos de cable del circuito eléctrico del avión.

Mientras trataba de sintonizar alguna estación, Marcelo sostenía la antena y la movía de un lado a otro. Oyeron a intervalos emisiones procedentes de Chile, pero ninguna noticia sobre su rescate. Todo lo que oían eran las voces estridentes de los políticos de Chile implicados en la huelga de la clase media contra el gobierno socialista del presidente Allende.

Es natural que, cuando ellos encontraron la radio a transistores (una pequeña radio a transistores japonesa marca “Sharp”) entre los restos del avión, siempre escucharon Onda Media.

Durante días escuchaban emisoras chilenas, y un día anunciaron que la búsqueda se había suspendido. Esto no amilanó a Paez Vilaró quien el 22 de octubre sobrevoló la zona y relevó aviones y pilotos en el Sur, mientras que Ponce de León llevó a cabo “La segunda organización” que se constituyó, la de radioaficionados de Chile, que Rafael había reclutado desde su QTH en Carrasco. Muchos de ellos no sólo pusieron a disposición de Páez Vilaró las radios, sino ropas apropiadas y automóviles.

Una vez allí, -continúa el relato de “Viven”- vieron que Harley y Canessa habían hecho todas las conexiones necesarias entre las baterías y la radio, y de la radio a la antena de aleta de tiburón, pero todavía no habían captado ninguna señal exterior. Creyeron que esto se debía a alguna deficiencia de la antena, así que arrancaron cables del circuito eléctrico del avión y los empalmaron. Un extremo del cable resultante lo ataron a la cola del avión y el otro a una maleta llena de rocas que situaron en la parte alta de la montaña, construyendo así una antena de más de veinte metros de largo.

Cuando la conectaron a la radio de transistores que se llevaron consigo, sintonizaron muchas estaciones de radio de Chile, Argentina y Uruguay. Cuando la conectaron a la radio del Fairchild, no consiguieron oír nada. Volvieron a conectar con la radio de transistores, sintonizaron una estación que radiaba música alegre y se pusieron a trabajar de nuevo. En la radio de transistores a la que habían conectado la antena, oyeron los cuatro, las noticias en las que se anunciaba que iba a ser reanudada la búsqueda por un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Cada uno recibió la noticia de distinta forma. Harley estaba loco de alegría y esperanza”.

Canessa también parecía entusiasmado. Vizintín no reaccionó de ninguna forma mientras que Parrado parecía desilusionado. -“No sean tan optimistas dijo, que nos estén buscando otra vez, no quiere decir que nos encuentren.”

Canessa seguía intentándo reparar la radio y se oponía a regresar al avión. Parrado y Vizintín, ya tenían en sus mentes la idea de la expedición, pues se había decidido en el avión que si fallaba la radio, los expedicionarios deberían partir inmediatamente montaña arriba, obedeciendo a la única cosa de que estaban seguros: que Chile se encontraba hacia el Oeste.

Finalmente, cuando deciden abandonar recuperar la radio del Fairchild, Harley dando rienda suelta al infortunio y frustración que había sentido durante todos aquellos días, rompió a puntapiés todos los componentes de la radio que con tanto trabajo habían conseguido poner en orden.

La radio siguió siendo un vínculo muy importante. Más adelante en el libro se lee: “Daniel Fernández sin separarse un momento de la radio, oyó que aviones chilenos y argentinos se habían unido en la búsqueda al C-47 uruguayo, y que las autoridades argentinas estaban examinando la cruz, ya que se suponía que se hallaba en su territorio”. Y a medida que pasaban los días, sólo recibían malas noticias por la radio. La cruz que se había encontrado en la montaña no era la de ellos, sino la de unos geofísicos argentinos de Mendoza. En consecuencia, los helicópteros del Servicio Aéreo de Rescate se habían retirado y sólo continuaba la búsqueda el C-47 uruguayo.

En otra parte del libro llegamos al momento en que radioaficionados hablan del hallazgo del aviòn:

Mientras esperaban, los tres hombres (padres de los muchachos) decidieron ponerse en comunicación con sus esposas a través de la red de radioaficionados montada por Rafael Ponce de León. Una vez más encontraron al radioaficionado que siempre encontraban a dondequiera que fuesen. Tuvieron alguna dificultad en sintonizar la banda, porque había interferencia de otros radioaficionados de Chile, y entre los silbidos y ruidos de la radio los cuatro hombres oyeron parte de una conversación entre otros dos radioaficionados….”Increíble, pero han encontrado el avión…”

Un reportaje de Carlos Almirón. 

Fuente: termina_enlaceCarlos Almirón

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